La constancia del buen padre
se refleja en el hogar,
por amor hacia los hijos
que se quieren de verdad.
Poco a poco van creciendo
al abrigo de su padre
que responde sin dudarlo
en su lento aprendizaje.
La ternura de un abrazo
es amor que se transmite
y los hijos agradecen
el cariño más creíble.
El esfuerzo es innegable
y el amor es la razón,
ese padre a toda vela
que hasta el cielo se ganó.
Es el hombre más feliz
a la luz de su familia;
es grandeza natural
y un héroe de la vida.