La tierra despierta,
su aliento es un susurro verde,
y entre la hierba tímida
asoman brotes de colores.
El invierno se desvanece,
como un sueño que se olvida,
y en su lugar, la primavera
teje un manto de vida.
Las mariposas, mensajeras,
revolotean en el aire,
con alas de seda pintadas
por el pincel de la luz.
Traen consigo la alegría,
un baile de paz y armonía,
y en su vuelo delicado
se escucha el canto del cambio.
Los árboles se visten de flores,
el sol acaricia las horas,
y el mundo, en su renacer,
es un poema que se escribe.
La primavera llega,
no con estruendo, sino con calma,
como un abrazo que reconforta,
como una promesa que se cumple.
Y en este renacer constante,
en este ciclo eterno,
encontramos la esperanza
de que siempre hay un nuevo comienzo.