La profecía más temible no se cumplió.
Los discípulos de Machiavelo,
no lograron inocularme.
La peste sobrevoló mi cabeza
y potenció mi consciencia.
Aún estoy a salvo
del letargo acrónico de las emociones;
del aburrimiento, la abulia,
la desidia y el apogeo.
A salvo de los demagogos, los mesiánicos,
y de mis supuestos pecados;
de no quedar atrapado
en el prodigioso mundo de lo abstractro,
ni en el realismo riguroso.
Puedo verme a la distancia
por un camino que no se bifurca;
hasta puedo verme en la oscuridad.
Mi corazón...
está más encendido que nunca.