LORENZO ARATU

No sé cómo llamarlo...

No sé si he de llamarlo sufrimiento…

pues nada duele (nada siento) nada.

 

Tan sólo es el cansancio y ese extraño

vacío que se anida en mis costillas,

sujeto fuertemente a mi esternón.

 

Es más esa rutina y el fastidio

del diario levantarse; del café

que no me sabe a nada; de salir

y verme reflejado en esos rostros

que fingen la sonrisa y no transmiten

el brillo de esa risa en la mirada.

 

No puedo ni llamarlo cobardía…

pues lucho (pero todo es infructuoso)

tratando de romper con ésta inercia

de andar sobre mis pasos circulares.

 

Huir… abandonando todo atrás,

así como algún día abandoné

mis sueños (sólo quedan los fragmentos)

que yacen adheridos en el piso,

cubiertos de humedad y de salitre…

 

Acaso sólo sea un autoengaño,

si llevo la prisión en mi interior;

igual que interrogantes en mi mente

que dan cientos de vueltas sin parar.

 

Y sigo cuestionándome ¿Por qué

estoy en éste bucle interminable?

 

¿Por qué cada mañana, al despertar

con la oportunidad de reinventarnos…

y de partir de cero… renacer…

por qué siempre escogemos ser los mismos?

 

¿Por qué ese menester de un sentimiento

que venga con su fuerza y nos abrace

los huesos, las entrañas… que se aferre

con uñas y con dientes en el alma?