«Le ocurrió una tarde gris, frente a un mar desvalido sin apenas cadencia y un cielo que, también inmensamente gris, lloraba sin cesar, lloraba como si le fuera la vida en ello»
… No estaba sola, bajo su paraguas se dejaba acompañar por su pena, la que tan bien había aprendido a querer, ese dolor que la acunaba por la noche, daba igual si estaba bajo la media luna, o la luna llena. Ese dolor se había quedado abrazado a su lado y ella lo amó hasta lo ilógico, porque no se fue de su lado cuando la ausencia retó su cordura…
«De verdad que no andaba buscando motivos para separarse de ella. Es posible que viera la tristeza de ese paisaje que debía ser hermoso, y que a pesar de tenerlo todo, lloraba con una más que humana desesperación. Es posible que fuera en ese momento cuando entendiera que a ella ya no le quedaban excusas que darse para continuar conviviendo con esa amorosa pena. Y al encontrarse el alma tan desnuda de razones para seguir a su lado, la abandonó.»
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