En la penumbra de tu cuerpo,
un suspiro se alza, tímido,
como el primer latido del universo
cuando, sin saberlo,
despiertas en mí la eternidad.
Tus manos, como ríos que fluyen,
cavan caminos sobre mi piel,
dibujan rutas de fuego
que se cruzan en el centro de mi alma,
donde el tiempo se disuelve.
La humedad de tus labios,
es un océano en calma y tormenta,
y en cada beso, el mundo comienza a caer,
se deshace como polvo,
renace entre tus brazos.
Es en ese instante, cuando todo se funde,
que el amor no es un fin,
sino el principio de un ciclo eterno,
donde el cuerpo se convierte en templo,
y el alma en su devoto fiel.
Nos consumimos,
y al hacerlo, la vida se reinventa,
renacemos en el otro,
y en cada respiración
nos elevamos, una vez más,
al inicio de todo.
MAQUIAVELICA