Ricardo Castillo C.

ADICTOS DESDE LA CUNA

Un llanto temprano, la cuna despierta,
el niño reclama, no sabe esperar.
Una mano impaciente busca el remedio,
le ofrece un vidrio para calmar.

No sabe de cuentos, no juega con sombras,
no toca la hierba, no mira el sol.
Solo desliza con dedos pequeños,
un mundo de luces sin emoción.

Crecerá buscando más dopamina,
más corazones, más validación.
El silencio será un monstruo invencible,
la espera, un castigo, la vida, un error.

Y cuando lo vean vacío y distante,
sin risas, sin alma, sin conexión,
dirán que la culpa es de la pantalla…
pero fueron ellos quienes la encendieron.