El tiempo no perdona:
los recuerdos se oxidan,
se suicidan, se mutilan,
se asfixian, se olvidan…
¿Adónde van? ¿Adónde?
No resucitan, no insistas…
No pueden. No vuelven.
No quieren, se marchitan;
se pudren y mueren,
aunque les sople vida.
Se arruga la piel
de la memoria;
la mente caleidoscópica
fragmenta los días.
El vórtice del caos gira
y comprime la historia;
la triza, genera copias,
posibles vías…
*
La casa grita
lo que calla la boca
llena de hormigas.
Si yo pudiera,
retrocedería
hasta el instante
en que Dios
me arrancó la costilla,
hasta el momento
en que su aliento
te hizo mía.
—Felicio Flores