Enrique Fl. Chaidez

Ruiseñor

Dueles de soledad,

pequeño ruiseñor, a las miradas,

como el ave de Dios sobre enramadas

resolviendo con canto

el dolor en su especie alada contenido.

Sabes que no verás venir al nido

la que en su vuelo provocó gran llanto.

—Y tal vez, ya no es tanto

por ella el triste cántico, ¿verdad?

Sino por tu anhelante afán de eternidad.