Eterno retorno
Es cuestión de tiempo que nazca la rosa,
la que duerme oculta en su seno de espumas,
y el alba despliegue su llama gloriosa
donde el cielo besa las manos, cual brumas.
Es cuestión de tiempo que el ave perdida
retorne a su nido, cargada de estrellas,
y el mar le susurre, con voz encendida,
sus cantos azules, eternos, sin ellas.
Es cuestión de tiempo que el viento constante
susurre secretos al bosque callado,
y en la brisa dulce se torne vibrante
el eco del tiempo que nunca ha pasado.
Es cuestión de tiempo que despierte el río,
que su cauce manso retome la senda,
y en sus aguas claras se torne el rocío,
que guarda reflejos de un beso en contienda.
Es cuestión de tiempo que el sol en la altura
prolongue sus danzas hasta el horizonte,
y en la luz dorada surja la ternura
del amor que espera junto al viejo monte.
Es cuestión de tiempo que la vida entera
renazca en tus ojos, destellos, cual llama,
y mi ser se pierda bajo la quimera
de tus labios suaves, donde el mundo clama.
Es cuestión de tiempo que todo se encuentre:
los astros distantes, las almas errantes,
y en un solo instante, lo fugaz se adentre
en lo tierno eterno de amores vibrantes.
Es cuestión de tiempo que fluyan estrambos,
donde el tiempo muera, y que nazcan los mismos;
y uniendo por siempre, sin lazos ni abismos,
que nuestras almas canten la canción de ambos.
Samuel Dixon