A veces me cuestiono:
¿De qué adolecía aquella señora?
Ya que fui reo de su intolerancia,
de mi temor y su circunstancia, por ser hermosa,
y a pesar de su rebeldía,
la amé entre turbulencias que el deseo agitaba...
Pero la relación era como una borrasca desatada,
propiciada por el factor sorpresa,
pues tras de cada tormenta, ella se trocaba en calma,
con la fuerza de su genio esfumada...
Hasta que un día se despidió con una carta
dejada en la colcha de la cama,
la cual estaba escrita con una estructura loca,
y en permanente refriega...
Me abandonó sin nobleza,
a mi suerte adversa y en amarga desventura,
enseñándome en su marejada,
dónde se iniciaba el amor, y dónde se acababa...