Berrty

Baranda

Pasaron años, muchos, no conseguía  

ajustar mi memoria con aquellos dos 

hombres serios y dejados.

 

En un silencio espeso,

tenso,

los tres antiguos amigos apoyados en 

la barandilla que mostraba aquella 

desolación, toda nuestra niñez 

ahogada por un pantano.

 

Sin campos, sin río, sin el cesped de la 

Artosa, aquel campo de fútbol.

 

Uno de ellos, no daré su nombre,

en aquel río, 

me salvó de morir ahogado.

 

Pero ahí estoy, ahogado bajo esas aguas que 

los abetos tiñen de verde oscuro.