Para decirle todo,
deberíamos estar a solas…
Pero temo que,
en ese intervalo de tiempo,
usted se enamore de mí,
o, peor aún,
yo me enamore de usted.
Y eso sería terrible,
porque entonces
andaría como una hormiga loca,
o como un pájaro de alas rotas
en una jaula abierta.
Entonces me callo…
Y me duele la garganta,
se me tuerce la lengua,
trago las palabras,
y la saliva me quema.
No sé si usted lo sepa,
pero un buen amor,
que arranque la raíz de la congoja,
siembra en el pecho un jardín
que florece en la boca.
¿Estaría dispuesta, una tarde cualquiera,
a regar las flores en casa?
No responda ahora.
Si le parece bien,
le daré una semana:
tiempo suficiente
para armarme de valor
y besarle con el alma.
—Felicio Flores.