En el ramaje magnánimo de las matemáticas
las ecuaciones son pájaros
que no me niegan su canto.
Y yo
hurgo en este huerto
y entre los jardines dorados de la infinitud
oigo un susurro
quizás sea el de Dios.
En mi pizarra
surca una parábola
donde mi voz
busca postergar
la memoria de mis cenizas.