Sentada con mi soledad en el primer asiento de este bus con rumbo a la incertidumbre, contemplo la luna a través de mi ventana.
Es una luna majestuosa y brillante, pero la miro con agonía; como si dejar de mirarla fuera mi condena.
Una condena a la realidad de lo que me espera y del lugar en el que me encuentro, junto a más almas con un mismo recorrido pero con diferentes destinos.
¿ Qué destino será mejor? Eso no lo sé.
¿Le temo a esta senda? ¿O a mi destino?
Querida luna, no te vayas y quédate conmigo; acompáñame en esta ruta y permíteme soñar con un mejor destino.