corazónbardo

INFANCIA ERRANTE-407✍️

INFANCIA ERRANTE

 

Al marcharme de mi tierra, mi casa,

del calor del adobe al cuartito de terraza,

lawira de harwi cambié por avena y pan,

y mis ojotas de caucho por suelas de goma.

 

Fuí un río que no encontró su cauce,

anduve sin ser visto, y sin destino.

Fui agua sucia en busca de orillas,

y me perdí entre las nieblas del invierno.

 

Ciudad donde el oro y el hambre se cruzan,

entre violencia y paz, la alegría y la tristeza,

y la muerte acecha desde las sombras,

sin piedad ni distinción, inevitable destino.

 

Huyendo de la hostilidad callejera,

a mi paso encontré, caminos inclinados,

marginados con su botella de terocal,

buscando en basurales migajas de algún pan.

 

Cómo rechazarlos, con el hambre al acecho,

el fuego de la sed ardiendo en mi pecho,

y la calle, pobre y libre, sin derecho,

mientras mis horas eternas van deambulando.

 

La noche silenciosa me arrastra sin compasión,

caminando en su sombra, buscando mi rincón.

El viento callejero me susurra, mi alma se agita,

y me pierdo en su silencio, como eco sin voz.

 

En algún vértice, el sueño me vence,

y en callejón donde no resuena el lamento,

ni hay refugio para el cuarteante frío,

solo las tarimas de un mercado olvidado.

 

La lluvia cae en el rostro de mi sombra,

y cada paso deja una gotera distante.

El miedo me abraza y me hace su dueño,

en la quietud, como un suspiro errante.

 

La soledad me susurra dulces mentiras,

pero aprendo a callar y a escuchar el viento.

En cada suspiro el alma se retira,

pero en sus rincones brota el sentimiento.

 

Y aunque la vida se haga incierta y dura,

mi alma sigue firme, buscando su razón.

El amor me encontrará en su ternura,

y al fin hallaré calma en mi corazón.

 

© Corazón Bardo