El día ha decidido cerrar la puerta a su amiga inseparable la noche. El crepúsculo avanza con lentitud y en su mano sostiene una rosa. Cuando aparece el alba se abre el libro del tiempo, el sol decide pasar página y en los balcones cercanos las flores se frotan los ojos aún adormilados. Si el día hablara, estoy seguro anunciaría la noche, pues que no sabe dormir salvo en sus brazos. El viento, ha decidido posar su mano derecha en el hombro de la rosa, metiéndose la izquierda en el bolsillo, para convertirse en un vulgar ladrón de perfume. El aire es el amante que se permite dormir con el fuego en la misma cama, sin firmar las cartas que escribe. Tampoco necesita sillón alguno para sentarse a descansar.