Súbitamente apareciste reflejada
en la pantalla del teléfono,
Y así pude mirar tu rostro,
algo que pedía desde hace tiempo.
Pude ver tu piel, tus ojos,
pero me detuve en tus labios,
El carmín los resaltaba,
y, pude delinearlos sin resabios.
Sus formas voluptuosas invitaban,
a, tocarlos con mis dedos,
Lo negro de tus ojos era
marco perfecto de todos mis deseos.
Entonces vi tu escote, y ahí
caí preso de tus senos,
Y comenzó el periplo de soñarme
bebiendo de tu cuerpo.
Y bendije todos esos inventos,
como estos teléfonos,
Que me permiten poseerte plenamente,
aunque tú estés lejos.