Dos ratoncitos corren en torcida,
por su chirrido parecen en duelo.
mas es un juego, una guerra fingida,
donde se muestran cariño y consuelo.
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Uno tiene una capa más tupida,
y el otro, un brillo marrón en su pelo;
su algarabía no está dividida
pues saltan entre mi vid y el ciruelo,
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Hice una trampa para que ellos lleguen,
pero escaparon sanos de mi arnés.
sin que mis luces o brillos los cieguen,
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Quiero que su juego siga al revés,
Que el tiempo y el gato los juzgue y jueguen,
y que felices... se mueran después.
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El abuelo de columna torcida,
paso a paso se martilla en su duelo.
Él recuerda su juventud fingida,
y que nadie nota hoy, su desconsuelo.
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Su canicie se hace menos tupida
como un frágil y desusado pelo.
Mira al alba, con sombra dividida,
de aquel año, cuando sembró el ciruelo.
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Él esperó que los éxitos lleguen,
se encerró tan quieto en su propio arnés.
y dejó que sus temores lo cieguen.
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Él anhela regresar al revés
y que su mocedad y el tiempo jueguen,
a cambiar... lo que le ocurrió después.
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Entre las grietas, nace flor torcida,
una planta que desafía al duelo.
Su belleza no es falsa ni fingida,
y su fuerza aromatiza el consuelo.
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Su raíz crece, aunque no muy tupida,
y su tallo con el grosor de un pelo.
hace de su apariencia dividida
una mezcla entre jasmín y un ciruelo
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Cuando los vientos desde el norte lleguen,
ella se aferrará con un arnés
sin que el polvo o la tormenta la cieguen.
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Puede que su botón crezca al revés.
que el agua y la roca... con ella jueguen,
pero ella dará... su fruto después.