Alexandra Quintanilla

22 de marzo

Solía verte a los ojos y,

la gente a mi alrededor perdía tonalidades y una especie de sentido en mi.

Es complicado explicar ahora.

Como se sentía esa ambición.

 

En un mundo adoquinado de gente cuadrada, toparse con una aureola circular es un grato acontecimiento.

En un mundo caótico

eras esa bola flamante que 

me ilusionaba.

 

Quise haberte sujetado por un largo tiempo en mis brazos.

Sujetado lo suficiente.

 

Se sostiene únicamente lo que desea ser sostenido.

 

En una noche normal

me topé con un moreno de ojos oscuros y labios de caramelo.

Me vio como solías verme aquellas tardes de abril.

Es complicado descifrar lo que esa mirada provocó en mi.

Se sentía algo similar a lo tuyo,

pero no era para ti.

Fue impresionante como los colores,

de blanco a negro a mi alrededor

empezaron a llenarse de matices.

No debería de disculparme por tomar este círculo y darle una nueva oportunidad sin involucrarte.

Sin ver atrás.

El tiempo mata lo que es recuerdo arrastra.

 

Te rogué, caí y,

entregue todo en tus manos.

Supliqué que no te fueras porque tenía una especie  necesidad de tu compañía y tu,

decidiste volar.

Me sometiste al olvido y,

eso significó una verdadera tortura para ese momento.

 

Es difícil decir que algo no ha cambiado en mi.

Ha ocurrido.

Comencé a sentir de nuevo lo que sentía antes de ti.

Me volví a sentir inmortal y sentí de nuevo lo que sentía por ti,

pero no contigo.