Con palabras necias y gestos grandiosos,
desea mostrar su fama y sus tesoros cuantiosos.
Pero en su corazón, una voz susurra y clama,
es su inseguridad, que, sin cesar, no lo calma.
*
Sin ser atacado y sin haber sido herido,
defiende, con uñas y dientes, su ego confundido,
ante un enemigo que no existe ni que ha sido visto...
su alarde, imagen refleja en un falso espejo provisto.
*
Busca admiración en ojos ajenos, en aplausos y en fama;
pero su valor no se mide por su gloria o su flama;
es que la grandeza no se demuestra con alardes ni ruidos,
sino con la quietud de un corazón puro y decidido.
*
La inseguridad lo consume, lo devora y lo destruye;
pero su alarde vacío, en su postrer historia, se diluye
y vive un día más con su falso fantasma de dignidad,
esclavizado con el deleite de su ego, orgullo y vanidad.
*