“Mi nombre es ROSA”__ dijiste anodina y parca
y de inmediato se prendó de mi interés
con fuerza y fuego, el mas encumbrado
de los afanes por llevarte a la gloria excelsa
__Es un nombre común__te dije; pero,
es el nombre de los nombres
¿Qué poema no contiene tu nombre?
ni cae un solo verso al fondo del alma
que no sea escoltado por la suave aspereza
de tus pétalos cruzados.
Las filigranas tienen su esencia
en colecciones interminables de Rosas puestas
y superpuestas
símbolo de la perfección creativa de la mano humana.
¿Qué ovulo no tiene su primigenia figura
en una Rosa abierta y redonda?
Acaso la creación no existía en la mente del arcano
en forma de una Rosa inmensa
que Él deshojó pétalo por pétalo?
¿No es acaso esta figura inicial
la que cuando los átomos se desintegren
por la consabida explosión
se levantará como una inmensa Rosa
del suelo al cielo?
¿O no es acaso una Rosa en forma de corona
la que se deriva de la caída de una gota cualquiera
sobre un elemento líquido?
¿No comienza el impacto externo
de un agente extraño al cuerpo humano
como una Rosa colorida sobre el músculo frágil?
No es una Rosa jadeante la que nos asoma una herida?
¿No se entra al interior del túnel de cada mujer
pasando por una entrada en forma de Rosa
púrpura fragante y abierta?
¿No se observan las células indivisibles
como millones de Rosas con movimiento
multiforme y coordinado?
¿A qué nos referimos cuando
advertimos que alguien esta rozagante?
Y que decir del señorial
crepúsculo de Septiembre
que arropa al cielo con su manto colorado
por el incendio de las horas extenuadas del día
que se convierten en estuario del horizonte infinito
por la unión de los pétalos de fuego
de una inmensa Rosa que arde en llamas.
Sería por esto que el gran Borges
se inspiró para decir
“De las generaciones de las Rosas
que en el fondo del tiempo se han perdido?”…
Y fue entonces cuando los candores vegetales,
el elemento telúrico y las inmarcesibles
manifestaciones verdosas de la naturaleza
me encaminaron de manera celestina
a buscar los favores de tu savia restauradora
y para en menos tiempo del que pensé
me sorprendías de manera afectuosamente
inmejorable; obsequiándome
en significativo lenguaje floral
el siguiente recado:
"Tu eres mi eterno cultivador
me has puesto en tu almacigo de siglos
y riegas mis esquejes
con la ducha de tus genes, elíxir de fragancias preteridas"
Frank Barreto