Desde bajo del madero
vi tus lágrimas,
quise enjugarlas, pero estabas lejos.
Tu mirada azul
calmo mi alma
y entre las piedras
que envolvían tu madero
tus manos me bendecían.
Postrada con mi miseria
bebo agua del desierto
pero esa agua no sacia
la sed de mi alma
y aun puedo llorar.
Y más allá del dolor eterno
estas tú
aunque sufriente
me das gozo y vida,
uno mis ojos a los tuyos
y ya no existen las horas, ni los días
y no importa el futuro,
solo el hoy en tu presencia
y saboreo mi pobre indigencia
y la fragilidad de mi fibra interna
que dejo bajo el madero
para fluir a tu presencia.