Cuando cierro las cortinas y salgo a la calle,
dejo a la oscuridad el cuidado de mis cosas.
Una gran sábana de sombra lo cubre todo
y lo poco que me pertenece queda soñando
cómo será el mundo sin estas manos
obstinadas en buscarle sentido a la vida
interrumpiendo la quietud de lo inerte
y arrancando palabras al silencio.
Será un mundo idéntico a este mundo
en el que vuelvo de la calle, abro la puerta
y entro vestido de luz por el día a mis espaldas,
resplandeciendo como un fantasma pobremente imaginado.
La oscuridad no tarda en arroparme
y siento que mi única diferencia
con los libros, los discos, la cama,
las paredes y los apagados espejos
es una mente cansada de sí misma.
Llega la noche. Tras las cortinas cerradas
apenas existo junto a las otras cosas.
Soy uno con la sombra. O soy nada.