La gaviota ha dejado
de ser sombra impávida,
observa la ciudad,
elige que camino seguir.
Una llama alumbra su vuelo,
el fuego de sus alas no las quema.
El viento ya no es un caos.
Los habitantes deciden
como andar,
como soñarse a sí mismos.
No buscan las vestimentas,
que el tiempo fugaz deshilacha.
Las historias de sus heridas abiertas,
su belleza quebradiza,
como un pétalo cayendo,
en las aguas de calles rotas.
Los habitantes han creído en sí mismos
nadie busca su rostro desconocido.
Como algo tan simple,
cada uno es su propia moda.
La gaviota murmura:
“La verdadera vestimenta
es la libertad consciente
que crece en cada vuelo.”
Hay vitrinas rotas por el abandono.
Solo quedan en las calles preguntas,
se puede vivir de muchas formas,
solo basta dejar el miedo como hilo,
que une la vida a cada uno.
¿Es el miedo una cadena,
o la ventana por la que al fin
el espíritu del habitante aprenderá a volar?