Parálisis
Heme aquí, atrapado en este abyecto sombrío,
donde la sombra se alarga como una pesadilla macabra,
y el alma, en su angustia, brama su sudor frío,
como si los muros, colmados de miradas, aguardaran mi caída.
El terror helado recorre mi frente,
se despliega cual serpiente sobre la piel temblorosa,
y en la penumbra, la angustia se entrelaza,
tejida de miedo y desesperación.
Mis pies, anclados en la tierra de la nada,
mis manos, cautivas entre grilletes de acero,
en cada intento de moverme, la parálisis
es un beso mortal, una herida que mata la ecuanimidad.
Oh, ¿por qué mi alma yace en este silencio total?
He intentado huir, pero el viento grita cruelmente
que no hay escape en la oscuridad de mi ser,
solo vacío, ese averno que me devora con sus garras malditas.
Aquí estoy, prisionero de mi propio tormento,
sin más salvación que la fantasía afónica de un grito,
que me traga en su petrificado terror,
sin hallar un aliento que arranque mi cuerpo del sopor.