Una lejana cena indiscreta,
con su vestido aquel en mí se manifiesta,
recordando aquella maravilla,
cuando el tiempo ya se ha ido, que no retorna...
Allí se detuvo mi memoria,
como un relámpago de amor al que se mira,
y que me costó la estima,
pues eléctrica me resultó su partida...
Estuviste sentada en mi mesa,
y desde entonces se hizo mío tu pan cada día,
con tu imagen que aun me habita,
tras tu despedida e irte a alumbrar otra alegría...
Por una callecita apartada,
con otro hombre familiarmente ahora pasea,
pero sabe que ya no alumbra,
aunque mi ignorar todavía la preserva...