David H. Rosales

Nueva salutaciĆ³n del optimista

A los problemas también debemos
la esperanza de resolverlos
y la alegría de su solución.
Una vez resueltos, nos esperan
nuevos tropiezos y el dolor 
de estar cayendo siempre, 
el miedo a caer, la tristeza
de saber que en cualquier momento
se puede rodar por el piso
y la impresión de andar despedazado
sin haber caído aún del todo.

Pero después aprenderemos
a querer nuestras heridas
y las veremos florecer en la memoria
como si nunca antes las hubiéramos visto
mirarnos desde nuestra propia carne, 
y su aroma inmarcesible aspiraremos
como el viento de un paisaje imaginado.

Bendito sea el gusto de vivir
cuando se vive sin ganas;
bendita sea la nostalgia
que enmienda los errores, 
perdona nuestras culpas
y desata los finales tristes
para que las ilusiones sigan
hilando el destino de los sueños.