Camina la brisa trayendo su rastro,
fragmentos de risas, de voces, de ayer,
dibujos borrosos que el tiempo ha gastado,
pero en mi alma se niegan a arder.
El eco lejano de aquellas promesas
aún danza en el aire, se aferra a mi piel,
y en noches calladas de luna traviesa
susurra su historia y me invita a volver.
Pero el tiempo es río que nunca regresa,
se lleva los sueños y deja el dolor,
y solo la sombra de aquella belleza
se vuelve en mi pecho ceniza y calor.
A veces me embriaga su aroma de antaño,
me pierdo en los lazos de lo que se fue,
y aunque mis pasos dibujen los años,
la dulce nostalgia me abraza otra vez.
Recuerdo las calles teñidas de aurora,
las voces amigas que el viento llevó,
las cartas guardadas con tinta que llora,
los besos que el tiempo jamás devolvió.
Los árboles saben mis viejas historias,
las cuentan al viento que viene y se va,
las graba la lluvia con letras de escarcha
y el sol las despierta cuando quiere hablar.
Mas todo es un sueño que el alma reclama,
susurros que laten en mi corazón,
pues aunque la vida nos borre la calma,
la dulce nostalgia aún guarda mi voz.