Te extraño, pero también tengo miedo
Hay días en los que me arranco de la piel tu nombre, me marcho de mí misma, me vuelvo ceniza en la boca del viento.
Digo que no te necesito,
que no te pienso,
que no duele.
Pero hay otros días, como hoy,
en los que el amor me desgarra,
en los que tu ausencia me llueve en los ojos,
en los que mi voz te llama
y solo responde el silencio.
No quiero olvidarte…
pero también quiero.
Ser mi propia ruina y mi reconstrucción.
Quemarme en el fuego del recuerdo,
pero despertar intacta al alba.
No es odio, no es rencor,
es amor desnudo,
desfigurado por la distancia,
convirtiéndose en tristeza
como un mar que no sabe dónde romperse.
Tal vez nunca te importé,
tal vez siempre fuiste primero tú,
y yo fui solo un eco
ahogándose en tu sombra.
Aun así,
cómo desearía que volvieras,
pero sé que hacerlo
me haría tragar el mismo veneno.
Si alguna vez me recuerdas,
si en las noches de insomnio
mi risa te atraviesa
como un relámpago en la memoria,
ojalá sepas que nunca te pedí nada,
solo que me miraras
como si fueras a quedarte.
Ojalá me extrañes.
Ojalá te duela un poco.
Ojalá todo lo que me dijiste
no haya sido mentira.
No sé si puedo prometerte que te esperaría,
porque me estoy volviendo estatua de sal
cada vez que miro atrás.
Pero dime,
si me vieras hoy,
si nuestras vidas chocaran en una esquina del tiempo,
¿qué sentirías?
¿Te quedarías esta vez?
Me dijiste que el tiempo lo borraría todo,
que el amor se deshace en los días
como el eco de un susurro.
Pero no es cierto.
Sigue aquí,
como un incendio dormido,
como una cicatriz que la piel no sabe cerrar.
Si alguna vez nos cruzamos de nuevo,
quiero que estés bien,
que duermas,
que comas,
que sigas siendo.
Nunca quise ser una carga en tus manos,
solo quise que me eligieras
como yo te elegí a ti.
Extraño cómo te preocupabas por mí.
Extraño hablar contigo.
Te extraño.
Pero también tengo miedo.