D. Méndez

Para no pensar en ti.

Aprendí a callar tu nombre,

a fingir que el café no sabe a ausencia,

que la música no te trae de vuelta,

aunque cada acorde aún duele.

 

Conté estrellas que ya no miro,

te regalé una que sigue encendida,

como el eco de nuestras risas

que insiste en no desvanecerse.

 

Voy a ver qué tal me sale

esto de vivir despacio,

sin esperarte en cada sombra,

sin buscarte

en cada sueño.