¿Cuánta nostalgia puede caber,
en dos minutos, nada más?
Un poema, dulce cuerda,
nos lleva al tiempo de atrás.
Te entregué mi corazón,
mi amor, sin medida ni fin.
En cada palabra, un suspiro, canción;
en cada rima, un hondo clarín.
El viento trae ecos lejanos,
Promesas de ayer, un susurro sutil.
Bajo este cielo, de astros hermanos,
hoy tu ausencia, un dolor hostil.
Los días perdidos se revelan,
en los pliegues del tiempo cruel.
Mi corazón te busca, te añora,
en su errante y doliente papel.
Las sombras danzan, tristes gemidos,
tu sonrisa, luz que ya no está.
No alumbra mis noches, ni mis sentidos,
ni enciende mi voz, que solo pena da.
Así, entre versos y líneas,
sueño encontrarte, mi anhelo fiel,
en este recuerdo, que nunca declina,
en la poesía que soy, y que soñé.
Quizás tú también me recuerdes,
en algún rincón, junto a no sé quién,
y llores, como yo, las tardes verdes,
al leer lo que el tiempo deshizo, fugaz.
Gonci