JUSTO ALDÚ

EL MENSAJE ERRÓNEO

El susurro de las palabras en la pantalla fue el inicio de algo que ni él mismo imaginó. Daniel, un escritor aficionado que publicaba relatos y poemas en una página literaria, encontró en los versos de una poeta erótica una conexión que traspasaba las barreras del lenguaje. Sus textos estaban cargados de deseo, pero también de una melancolía oculta, como si cada palabra fuera un lamento disfrazado de placer.

No pasó mucho tiempo antes de que los mensajes privados se volvieran más íntimos. Elena, la mujer detrás de aquellos versos, le confesó que sus palabras eran su refugio, su escape de una vida que no siempre había sido amable con ella. Le confesó tímidamente que con solo pensarlo se lubricaba, tanto que corría al baño a limpiarse y evitar que traspasara la ropa, por eso comenzó a usar empaques diarios. Él, fascinado por su sensibilidad y el fuego de su poesía, se dejó arrastrar por la intensidad del vínculo. Pronto, los mensajes dieron paso a llamadas, las llamadas a videollamadas, y finalmente, a la necesidad de encontrarse en persona.

Elena viajó desde su ciudad hasta un hotel entre las montañas, donde por primera vez se miraron a los ojos sin la barrera de la tecnología. La atracción fue inmediata, y las noches fueron un torbellino de pasión y palabras. Hicieron planes para el futuro, para más encuentros, para una historia que querían escribir juntos fuera de las pantallas.

Pero el destino es cruel con los que se confían demasiado. Apenas unos días después de su regreso, Daniel recibió un mensaje en la página literaria. Era un poema firmado por Elena, pero con una dedicatoria que no era para él. Al principio, pensó que se trataba de un error, hasta que notó que el destinatario era un nombre masculino que nunca había oído. La duda lo consumió, y sin poder resistirse, comenzó a seguir el rastro de aquel mensaje.

La verdad fue más devastadora de lo que imaginó. No se trataba solo de una infidelidad; había algo mucho más oscuro detrás. Descubrió que Elena estaba atrapada en una batalla legal con su exmarido, un hombre poderoso que intentaba quitarle la custodia de su hijo. La relación con Daniel había sido usada en su contra: su ex había conseguido acceso a su página literaria y había orquestado un engaño para obtener pruebas de su \"mala reputación\". Las insinuaciones de infidelidad, los mensajes filtrados, incluso algunos poemas escritos en su nombre, fueron parte de un plan para hundirla legalmente.

Elena se convirtió en blanco de insultos y amenazas. La comunidad literaria, que antes la admiraba, comenzó a señalarla con desprecio. Las acusaciones en su contra llenaron el foro y, finalmente, incapaz de soportar el escarnio público, cerró su blog y desapareció de las redes.

El caso llegó a la Corte. Fue una batalla larga, con pruebas manipuladas y testimonios falsos, pero al final, la verdad salió a la luz. La justicia falló a su favor, y Elena recuperó la custodia de su hijo. Sin embargo, el daño estaba hecho. Su nombre quedó manchado, su pasión por la escritura reducida a cenizas, y su fe en el amor, destrozada.

A veces, en las noches de insomnio, aún recuerda a Daniel. En la intimidad de su cuarto, recuerda las embestidas de aquel hombre que la hizo vibrar con sus poemas y su cuerpo, el único que, por un breve instante, la hizo sentir viva antes de que la realidad la golpeara con toda su crudeza. Él también la recuerda, en cada página que escribe, en cada historia que cuenta, sabiendo que hay amores que, aunque sean fugaces, dejan una marca imborrable en el alma.

 

JUSTO ALDÚ

Panameño

Derechos reservados / marzo 2025.