Hay un rumor callado en las horas,
un eco que se enreda en la penumbra,
el roce de la vida que respira
como un verso lento entre los labios.
Quiero abrir todas las puertas,
quitar el cerrojo de lo invisible,
mirar al tiempo no como enemigo
sino como un amante que acaricia
la piel frágil donde la luz se demora.
Camino descalzo entre preguntas,
palpo el tacto blando de la duda,
pero aún bebo del día
como si el sol, al caer,
fuera un brindis que incendia la eternidad.
Soy el espejo donde se reflejan:
abrazos que contienen galaxias,
besos que arañan el instante,
y la certeza de que somos
tan fugaces como inmensos.
Quizá mi ofrenda generosa
no sea más que este paladear,
saborear el ahora como un vino oscuro,
como un cristal de sal
que guarda el océano entero.
José Antonio Artés