El niño aprende lo que ve en casa:
que el grito se impone, que el golpe es amor,
que todo se calla, que todo se aguanta,
que el miedo es más fuerte que la razón.
Y cuando crezca, ¿qué hará con su vida?
Repetirá lo que le enseñó el dolor.
Porque nadie dijo que hay otras formas,
que el respeto no nace del temor.
Así se hereda el mismo incendio,
así se siembra la tempestad.
Con hogares que no son refugio,
sino trincheras para aguantar.