De tantos que destruirme ambicionaron
romper mi gallardía nadie pudo;
teniendo la templanza como escudo
en donde sus intentos se estrellaron.
Jamás en sus cabezas sospecharon
que soy de corazón tenaz y rudo;
y nunca las batallas las eludo
luchando cual mis padres me enseñaron.
Con sangre de guerreros ancestrales
me corre por las venas su hidalguía;
que forja del honor sus pedestales
que siempre a nuestra estirpe distinguía;
bordada de principios e ideales
que sirven a mi vida como guía.
Autor: Aníbal Rodríguez.