Ante su mar,
el color rojo del atardecer
se hace arrogante,
cuando el viejo poeta se muere.
A través de su playa con ojos,
el coágulo del sol
ha poseído
el último verso de su mano.
El agua le arrastra,
las perlas del cielo llovidas,
sus ritmos y cadencias,
los sueños con heridas...y sus poemas.
Pero no...
su mística esperanza
de abrazar,
su alto deseo de volar... siempre con ella.