Llegué a un punto de quiebre de repente, no porque no lo hubiera previsto, sino porque la esperanza de estar equivocada me hizo permanecer ahí. Mientras repartía mi comida entre mis hijos, sentada con un nudo en la garganta, el estómago apretado y el corazón destrozado, me di cuenta de la intensa soledad que sentía. No como si el mundo estuviera desierto, era una soledad silenciosa, en la que alguien está frente a ti, pero tú te sientes al borde de un abismo, y esa persona simplemente te ha dado la espalda, hace mucho que te ha soltado la mano, hace mucho que ha dejado de verte, hace mucho que ha dejado de escucharte, hace mucho que ha dejado de sentir.