Hektor Bressot

El Consejo de los Viejos.

Tiempo,

el espejo de la dicha alcanzada.

 

Otorgante de sabiduría,

a cambio de marchitar

nuestra energía.

 

El colmado

de continuos roces

argumenta su placer y virtud.

 

Arrogantes, eruditos de poder.

Guías bondadosos de los lastimados.

 

Parece el reloj

apagar el fuego

de los que bombea su sangre.


Mas las velas,

si se cuida la cera,

pueden quizá 

mantener eterna la llama.

 

Palabras llenas

de furtivas aventuras

se clavan en los inexpertos.

 

Alaban los esfuerzos

por seguir una rutina

de gente letrada 

a edades próximas.

 

Pese a las primaveras contadas,

cualquiera tiene destellos de gracia.

 

El alma

no reduce su aprendizaje 

para el final;

es en todo el recorrido.

 

Pero los viejos,

sus enseñanzas

llegan como marcas del cuerpo,

para nunca borrarse.

 

Lejanía o umbral de la vida,

es inútil 

para que la tierra

borre la huella de quien la pisó.

 

Lo que no es materia

recuerda

y no olvida.