Tiempo,
el espejo de la dicha alcanzada.
Otorgante de sabiduría,
a cambio de marchitar
nuestra energía.
El colmado
de continuos roces
argumenta su placer y virtud.
Arrogantes, eruditos de poder.
Guías bondadosos de los lastimados.
Parece el reloj
apagar el fuego
de los que bombea su sangre.
Mas las velas,
si se cuida la cera,
pueden quizá
mantener eterna la llama.
Palabras llenas
de furtivas aventuras
se clavan en los inexpertos.
Alaban los esfuerzos
por seguir una rutina
de gente letrada
a edades próximas.
Pese a las primaveras contadas,
cualquiera tiene destellos de gracia.
El alma
no reduce su aprendizaje
para el final;
es en todo el recorrido.
Pero los viejos,
sus enseñanzas
llegan como marcas del cuerpo,
para nunca borrarse.
Lejanía o umbral de la vida,
es inútil
para que la tierra
borre la huella de quien la pisó.
Lo que no es materia
recuerda
y no olvida.