Betzabeth Jaramillo

Una herida sin patria

Exilio.

Seis letras.

Una palabra breve

que no alcanza para decir todo lo que duele.

Una palabra que no grita,

pero desgarra.

 

Dejamos nuestra casa, hogar , tierra,

pero nadie ve la sangre que eso cuesta.

Nadie siente la raíz que se arranca,

el desgarro de irse sin querer,

la culpa de no volver,

el peso de no estar donde se pertenece.

 

Se escribe corto,

pero dentro lleva

una madre que envejece sin mis abrazos,

una hermana que lucha sin mis manos,

unos sobrinos que crecen sin saber de mí,

Un país que se derrumba en mi ausencia.

 

Y aun así, el mundo nos voltea a ver

como si la partida fuera una elección,

como si fuéramos culpables de dónde venimos,

A dónde vamos y las fronteras que cruzamos.

 

Nadie sabe lo que duele ver crecer a los tuyos desde lejos,

llorar en silencio mientras tu hermana lucha contra el cáncer,

Una abuela que se desvaneció sin echarte la bendición

y tú solo puedes mandar audios con voz firme

para que no se note el temblor.

 

Nadie sabe lo que arde no estar para tu madre

cuando le llora el corazón o la memoria.

Nadie sabe lo que cuesta sostenerse en pie

cuando el alma quiere estar en cien lugares a la vez

y tú solo puedes estar en uno. Dónde estás ahora.

 

Exilio.

Solo son seis letras.

Pero dentro vive el cansancio de años,

las noches sin consuelo,

los días donde la fe es lo único que queda,

cuando ya no hay plan,

solo el impulso de confiar.

 

Anoche dolió más.

Anoche me quebró los huesos.

Me desgarró un chaparrón de lágrimas

y a veces arde tan fuerte,

que ni el silencio alcanza para nombrarlo.

Solo se puede parchar.

Una herida que nunca cicatriza,

que sigue viva hasta encontrar la patria.

 

Porque sí, el exilio se escribe con solo seis letras.

Pero se vive con todo el cuerpo.

Y yo lo estoy viviendo.

Aunque a veces duela más de lo que puedo decir.