Tiempo: (Historia de un sueño)
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Ella, luz, agua y vida. Invisible sombra que me acompaña bajo la persistente lluvia de los recuerdos. Inquebrantable alianza con el tiempo.
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Antes de sentir cómo el agua resbalaba entre sus pechos y mi boca, me fui acercando a su cuerpo. Estaba de espalda, y el pelo mojado era como una cascada reluciente que me incitaba. Le di la vuelta tomándola por la cintura, estrechándola fuertemente contra mí, después de abrir la puerta transparente, donde, momentos antes, la silueta de su cuerpo apenas se distinguía.
Fue el sonido de la lluvia lo que llamó mi atención, al pasar cerca del cuarto de baño camino de la cocina, después de comprobar, al despertar, el hueco perfumado que dejó en la almohada. Esperé en silencio, hasta que la inquietud de la soledad me puso en marcha y fui a buscarla con renovados deseos; el recuerdo de su cuerpo desnudo me provocaba. Un deseo en plenitud de libertad cuando recordé, como horas antes, la tenía frente a mí sin decir nada, y como mirándonos fijamente, nos fuimos desnudando.
Fue, al sentir el agua resbalando por los contornos de su cuerpo, fundido con el mío, que se detenía en cada recoveco, queriendo quedarse en su piel, lo que trajo a mi memoria su cara mojada por la lluvia el día que la conocí. Gotas de lluvia se resistían a seguir su camino quedando, como esferas transparentes, en la comisura de sus labios.
En aquel momento, una sed intempestiva se apoderó de mí y no me pude resistir. Sin mediar palabras, bebí de sus labios, esos labios que se abrieron para mí y donde encontré siempre el manantial que calmaba mis ansiedades… de eso hace más de una eternidad, tal vez dos eternidades… ¿O será ahora, en este presente, que se resiste a salir del sueño donde me mira con sus ojos risueños y me desnuda de dudas y silencios?
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El susurro de su voz me despertó.
—¿Dónde estabas…? —me preguntó
Bebiendo en un manantial donde sus aguas son como el elixir de mi encantamiento… le dije, al tiempo que perlas transparentes se detenían, junto a mi boca, en sus dorados pechos, aterciopelados pétalos, ambrosía de mis sueños.
Es así, que mis sentidos, tratan de escapar de ese habitáculo de tonos grises, donde me encierro, si no la tengo. Y como cuando oyen el sonido del agua, salen en estampida a su encuentro.
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Gotas de lluvia golpeaban el cristal y se fundían unas con otras. Es la danza del amor, somos tú y yo…, me decía mirando la silueta de su cuerpo difuminado tras el cristal empañado por el calor de su cuerpo.
—Dónde estás, era su voz desde el lejano tiempo y el inmediato recuerdo.
Viendo el amor resbalar por los cristales que tanto saben de ti. Sintiendo la lluvia golosa, acaparando tu cuerpo, adueñándose de mis sueños.
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Seguirá, cuando la lluvia, detenida en sus labios y los aromas de su cuerpo, en mi almohada, me vuelvan a despertar del sueño y, mi realidad, sea continuación del mismo.
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… La oscuridad del cuarto hizo que mi atención fuera más intensa. El sonido, que venía del baño, era tan real como la historia que bulle en mi cabeza, no sé si cierta…, o fruto de la sed que tengo de ella.