Carlos Eduardo

E X T R A V I A D O

     Si te marcharas,

entonces,

iría a tu cripta,

me recostaría,

desnudo,

sobre ella,

alejándome

definitivamente

del tiempo.

 

EXTRAVIADO

   No sé señor técnico

de salud mental

ni quien soy

ni mi nombre

ni nada

y usted insiste miméticamente que diga todo sobre mi,

¿no es ridículo y asombroso?

 

   Usted con sus gafas densas

cubriendo unos ojos saltones,

brumosos, descoloridos,

muestra una inmensa singularidad;

 

anota y anota

lo que sale de mis labios;

 

¿volverá a leerlas?

 

 y si son sólo monitos angustiados

para entretenerse,

¡qué se yo!

 

   Cómo justifica esta cárcel alienígena;

 

hay deficientes mentales obvios,

otros que jamás hablan,

mudos del alma,

gente que permanece en su rincón en cuclillas rezando al diablo

o en posición fetal,

los más, totalmente sedados deambulando desorientados en la nada.

 

   ¡Tal espectáculo es ideal para mejorar en un instante!

 

  A esto le llaman tratamiento terapéutico de excelencia,

nada más mágico.

 

    Yo no sé qué sucede más allá de estos muros grises,

he perdido el contacto con la realidad total.

 

   No es que esté loco de atar,

sino que este lugar es una locura piramidal.

 

   Está diseñado para alienar elefantes;

 

quien haya tenido chispas de cordura sosegada

es torturado: entrevistas estrambóticas,

ansiolíticos, antipsicóticos, camisas de fuerza con rayos láser,

 aislamiento penitenciario,…

 

   No existen parámetros de alta médica infalibles.

 

   Es un barullo siniestro.

 

   Si pudiera saber a quien dirigirme allá afuera en el mundo auténtico

hace mucho tiempo habría buscado la forma de escapar sonámbulo.

 

   Estoy perdí dum en este laberinto de Creta.

 

  “Verdad” dolorosa, humillante, indigna, revoltosa...;

sometimiento brutal donde reino.

 

   No me pida más por favor decir lo que pienso de todo,

porque lo mío no es especular con fantasías,

es regurgitar el espanto que siento dentro:

la próxima vez enmudeceré para siempre

si no es un diálogo cordial entre iguales especímenes;

 

si no es así,

el poco respeto

que pudiese tenerle a vuestra majestad

por haberme cobijado y dado prebendas

se transformará en sentimientos desmesuradamente negativos.

 

   Que distinto sería si hubiese cine,

música, paseos, conversaciones,

chocolates y juegos,

como en un eterno carnaval en domingo.

 

  Disfraces, saltimbanquis, bailes de máscaras,

teatro, jugos de naranja,

saltos altos,  guitarreo,

 juegos, títeres y trompos,

investigaciones,…

 

   “¡Jajá, jajá!”

así usted se reirá de mis incoherencias astronómicas,

¿y si son hechas conscientemente por instinto?

 

  ¿Dónde está su varita maravillosa

para saber diagnosticar las” enfermedades mentales del corazón humano”?

 

   Ya estoy harto de estar harto,

hasta el hartazgo de pastillas descarburantes,

exámenes para saber como está mi nivel de intoxicación

por litio, mariguana, cocaína, anfetaminas,

LSD, éxtasis, alcohol, cafeína, morfina,

nicotina, heroína, codeína, opio, psicofármacos…;

 

sin mi consentimiento porque el rey lo ordenó.

 

   Siempre quiere saber sobre  mi intimidad más propia,

como si aquello le ayudara en algo bufonesco.

 

  Usted está tanto o más EXTRAVIADO que yo.

 

  Yo al menos sé que estoy confundido,

usted no quiere ni pretende atender su propia caída,

su tiempo desbaratado, inútil y sin sentido.

 

   Todo su diagnóstico discordante,

tratamiento patagüino, psicoanálisis, citas, test,…

son charlatanería y medios de coerción

atribuibles a instintos sádicos.

 

   Y lo más tremendo

es que el mandamás lo sabe y persiste.

 

   Mitomanía institucionalizada para manipular y controlar al “distinto cogi tum”.