El Corbán

REDENCIÓN ENTRE RUINAS

Tú, mi heroína de mirada altiva,

descendiste del Olimpo del hastío

a rescatar mi sombra fugitiva

del cieno atroz de un mundo en desvarío.

 

Yo, caballero de armadura herrumbrosa,

sin gloria, sin laurel, sin poesía,

te ofrecí un pecho, roto y sin carroza,

mas con amor que en lumbre renacía.

 

Tu amor —veneno dulce, ambrosía pura—

me alzó del lodo con fingida calma,

curó mi llaga, no con mano segura,

sino arrancándome pedazos de alma.

 

Mas no olvides, doncella rescatada,

que tu existir también era un suplicio;

de soledad tenías la piel tatuada,

y yo, vil bufón, fui tu artificio.

 

Nos redimimos en la misma hoguera,

como dos locos sin razón ni gloria,

tu luz sangraba y mi alma carcelera

se abrió a tu paso… y al fin cambió la historia.

 

Ahora fingimos ser los rescatados,

dos héroes tristes con medallas rotas,

nos abrazamos, trémulos, callados…

¡y qué milagro en tu dolor albergas!