Me gustan los días que llueven despacio,
cuando el mundo respira, sin prisa, despacio.
La tierra suspira, la casa se abraza,
el alma se queda, se queda y se pasa.
Amo las fresas, su dulce rubor,
las cosas que brillan con poco color.
El hilo del viento, la flor que no grita,
el beso que llega sin prisa, sin cita.
Me gusta el silencio que sabe a madera,
el canto sin nota, la voz que me espera.
No quiero el tumulto, el ruido brutal,
prefiero mi mundo pequeño y vital.
Si salgo algún día, y el viento me toca,
me visto de sombra, de luna, de roca.
Pero en cada paso, no importa el disfraz,
mi casita de lluvia me sigue detrás.