Queda la calle ausente cuando se hunde la esquina
en los plateados charcos de la ciudad llovida.
Sin crepúsculos vacían los ojos en la acera
losetas que ennegrecen la noche cuando miran.
En medio de la gente que escapa de su hastío
quedan solo paisajes que se encierran y enlatan.
El olor de la avenida se entristece y queda
la sed que se empecina
en no beber historias ni enamorar sus lagos.
Queda tan solo para decir el agua
pero el agua se encharca en los reflejos
de las plazas vacías
huérfanas de espejismos y llenas de vidrieras falsas
que te dicen cuanto vale la soledad sin bolsillos
sin bolsillos a mano.