Caminaban de dos en dos, como los bípedos de antaño, evocando un tiempo donde la memoria aún tenía voz.
La luz de la mirada, perdida en la distancia, ya no hablaba en los recuerdos efímeros.
Los sueños táctiles se mezclaban con el engaño de la verdad, difusa y esquiva.
El periodista sagaz, convertido en víctima de su propia búsqueda, indagaba entre los fantasmas que recorren el olvido, esperando hallar sentido en la bruma de lo que ya no es.
Pero el eco de las respuestas se desvanecía entre ruinas y silencios. Cada paso lo alejaba más de la certeza, mientras los espectros del pasado callan verdades rotas.
En su libreta, las palabras temblaban, como si temieran ser escritas. El mundo, ahora un archivo polvoriento de lo no dicho, lo empujaba a seguir, a cruzar el umbral entre lo real y lo imaginado.
Porque en la oscuridad del olvido, aún brillaba la sed de entender lo que todos preferían callar.