Juramos juntos al comienzo,
frente al fuego,
frente a Dios.
Éramos muchos…
hoy quedo yo.
Uno a uno cayeron,
no en batalla,
sino en pactos secretos,
en promesas que olían a oro,
en temores disfrazados de razón.
Yo los vi alejarse,
sin mirar atrás.
Dijeron que seguirían firmes,
pero cambiaron el escudo por comodidad.
La lealtad se volvió leyenda,
una palabra que suena bien
pero que pocos practican.
Y aquí estoy,
no por gloria,
no por premio,sino porque aún creo
que ser fiel a lo correcto
es la única victoria
que no se corrompe