el brujo de letziaga

Ausencia.

Hace tiempo ha, que de ti nada sé,
pero si sé, que aun te quiero...
y es que, no puedo apagar tu estrella cuando te pienso,

y ahora estoy así,
en un vuelo errante como un cisne perdido
que no tiene estanque ni lago,

y voy buscando tu voz en cada hoguera,
en cada verso y su fuego,
porque te fuiste calladamente como el humo.

¡Ausencia, ausencia!
Te escucho ausencia en todo lo que suena
y en todo lo que huele,

como el perfume de tu rosa que me empujó
a quererte como a ninguna otra,
amor sin duda,

y es que tu recuerdo
no es como una azucena que muere
sino como el rosal que cada primavera revive,

y el tiempo que pasa y pasa, y sin embargo yo te espero
con mi alma desventurada que calla
y que te ama.

Con mi corazón que tiembla en su estancia herida,
vena y arteria adentro enamorada
con huella cárdena.

No sé si la espera
es una penitencia encallada que merezca un cielo,
pero tampoco merece un témpano de hielo.

Ausencia, en una metáfora de quebranto en el lamento,
de un sentimiento que me habita
con sabor a pesimismo.

¡Ay ausencia con agonía, tu ausencia!