Dices que la noche es perra y aterrada,
que ladra a su reflejo en la penumbra,
mas solo es un fantasma que deslumbra
a quienes creen su sombra iluminada.
Si el alba la persigue en su jornada,
no es guerra, es el destino que se asoma,
pues nunca fue la noche una paloma,
ni el sol su cruel verdugo vengativo,
tan solo es el silencio lastimivo
de un eco que en su sombra se desploma.
El poeta no es esclavo de las sombras de la forma,
su alma se disuelve en el río sin cauce,
en la vastedad de lo incierto, en lo que no se nombra,
donde el tiempo es solo eco y la verdad es un trance.
No se adhiere a las ruedas de las horas exactas,
ni a la geometría de un verso perfectamente hilado,
su voz es la fractura de una verdad silente,
un grito primordial en el vacío del olvido,
una fuga que niega todo lo enseñado.