Marchaban sin pancarta ni tribuna
con tierra en los talones y en la frente.
Sus pasos dibujaban lentamente
el mapa de la espera oportuna.
Los muros se agrietaban en la duna
del canto de un silencio persistente
y el polvo, que los cubre dulcemente
parecía encenderse con la luna.
No llevan más que fuerza en la mirada
ni armas, ni discursos encendidos
sólo la fe, sin nombre ni cruzada.
Y al verlos avanzar, estremecidos
los mismos que tejieron la emboscada
dudan si tienen almas… o han huido.
Reacción a la marcha colectiva y silenciosa: La dignidad se escribe con los pies.